Volver a Buenos Aires es encontrarse con la distancia de la sangre… Revivir momentos de amor leal y sincero, caminar por la paz de un San Telmo nocturno y lleno de magia. Volver a Baires es ser preso del sentimiento de nostalgia de las calles del centro, esas que poco a poco se comen los años y nadie rescata de la furia del asfalto.

Volver es Irme, y Seguir Yéndome,

suave y con pausas…

Siempre será mi primera casa, pero también la primera en tránsito. Todo ha sido perfecto entre Venezuela y Sarandí, todo es tranquilo y lleno de esperanza.

Resplandece el sol de invierno mientras camino y recorro con mi visión de gata las calles de Monserrat, seguramente seguirá siendo la misma ciudad pero con un olor muy particular: Abandono. No sólo al otro o porque estamos llenos de basura en cada tiempo. Todos encontramos la razón para seguir estando así sea desde lejos… Así estemos: Abandonándonos.

Me abandoné al tiempo que me encontré. Y fue reconfortante ver como servir a otros me alivia el alma… a mí ! sí, claramente a todos los demás: «les chupa un huevo y la mitad del otro mi entrega, total yo sólo abandono». Así es Baires remolonea a diario entre el cálido susurro del sol y despierta con gritos que piden auxilio y ayuda desmesurada para no morirse, para no dejarse morir.

Es el clima de 20.3 grados bajo sombra y sin sombrero el que persigue mi escritorio. Son los pasos cautelosos de una vida gris y ácida, sí; grisácea no suena nada bien y te llena de desesperanza. «Jesús es la Esperanza» rompe el silencio del Rincón de la calle… esa que nunca escucha y siempre aborta. Tiene seres de otros planetas viviendo entre rincones, simpre ocultos… siempre vivos.

Caminaré por las noches como los gatos pardos la noche de una ciudad que nunca duerme, que siempre escribe y suplica: No la abandonen.

Y la noche es noche en Baires!!! La psynoche es locura entre estrellas y las caminatas son cruceros a los espacios que todavía anïs no ha caminado.